¿Por qué soñamos? Interpretaciones filosóficas del mundo onírico

La cuestión de por qué soñamos ha intrigado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. En la cotidianidad de nuestras noches, cada uno de nosotros se embarca en un viaje misterioso hacia el vasto reino del subconsciente donde vivimos experiencias cargadas de símbolos, emociones y a veces premoniciones. Múltiples filósofos a lo largo de la historia han intentado desentrañar los enigmas del mundo onírico, proponiendo teorías que van desde reflexiones metafísicas hasta interpretaciones psicológicas. Este artículo tiene como finalidad explorar algunas de las interpretaciones filosóficas más destacadas sobre el acto de soñar, esas que intentan dar respuesta a una de las preguntas más elusivas: ¿Por qué soñamos?

La Visión de Platón sobre los Sueños

Platón, el célebre filósofo griego, consideraba que los sueños eran una conexión con el mundo de las formas ideales. En su obra ‘La República’, discute acerca de cómo, mientras que cuando estamos despiertos estamos atados por nuestras percepciones sensoriales, es en el estado de sueño donde nuestro alma puede liberarse y obtener un conocimiento más puro. Platón sugería que los sueños podían ser fragmentos de una realidad trascendente, destellos de una verdad más profunda que nuestros ojos no pueden ver en la vigilia.

Sin embargo, en ‘El Fedón’, se aventura aún más en sus especulaciones, asignando a los sueños un carácter premonitorio y una fuente potencial de verdades divinas. Asi que para Platón, los sueños no eran meras reproducciones de nuestros días, sino que poseían una significación y un propósito que trascendía lo mundano, abriendo una ventana a lo eterno y lo inmutable.

Aristóteles y la Perspectiva Empírica

Por otro lado, Aristóteles, quien fue alumno de Platón, adoptó una postura más empírica hacia el fenómeno de los sueños. En su obra ‘Sobre los Sueños’, manifestó que los sueños no surgen de lo divino o lo sobrenatural, sino del propio individuo y de su psique. Para Aristóteles, los sueños eran el resultado de las impresiones sensoriales que nuestra mente procesa durante el día. Las imágenes y las experiencias no son aleatorias; son, de hecho, manifestaciones internas derivadas de nuestros deseos reprimidos y nuestras experiencias diarias.

Aristóteles interpretando sus sueños

Aristóteles también diferenció entre los sueños que se experimentan durante un sueño profundo y aquellos que ocurren en un estado cercano al despertar. Argumentaba que, en el segundo caso, incluso las personas pueden llegar a ser conscientes de que están soñando y de que en un nivel pueden dirigir sus sueños. Esta es una de las tempranas menciones de lo que hoy conocemos como sueños lúcidos, lo que demuestra que las exploraciones aristotélicas siguen siendo relevantes en la actualidad.

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